Cuncita y su color que enamora
Uno de los colores que más atraen en piedras preciosas es el rosa. Los diamantes rosados de calidad superior y en dimensiones de varios quilates rondan cifras que llevan cinco ceros… ¡al quilate!
Zafiros rosas, los llamados padparadscha, también son de lo más codiciados aunque jamás llegan a pesar más de dos quilates. Algunas turmalinas rosas son consideradas entre las piedras rosas de gran belleza, pero también es raro encontrarlas de grandes dimensiones. La piedra preciosa rosa por excelencia que es común encontrar con más de 10 quilates es la cuncita y los ejemplares de más de 20 quilates a menudo pueden ser encargados a distribuidores especializados.
Estamos hablando de una de las piedras preciosas más bellas y delicadas en el mundo de las gemas. De un delicado color rosa o lila – en el caso de los ejemplares de patroke, en Afganistán, el color lila es intenso e impactante – esta gema se ha impuesto definitivamente entre las preferidas por varias razones.
No es necesario comentar aquí que como en todos los casos de piedras preciosas coloridas, las no tratadas con buena saturación de color son las más valiosas.
Es una gema fuertemente pleocroica. La parte superior e inferior del cristal revela los colores más profundos y las gemas se cortan para que el rosado más profundo se vea a través de la mesa. Ésta es una labor compleja y requiere un exacto conocimiento del material, como así también de la técnica de cortado.
Fue descubierta en los Estados Unidos en la mina Pala en el condado de San Diego en 1902 e identificada por George Frederick Kunz – de allí su nombre – (Kunzite, en inglés).
Cuncita de la primera dama
Una notable visibilidad y renombre consiguió esta gema en 1996 a causa de la subasta de Sotheby’s, en New York de un anillo de cuncita de 47 quilates, propiedad de Jacqueline Kennedy Onassis. El anillo fue vendido por más de 400.000 dólares.
Se trataba de un anillo en oro blanco, y la cuncita estaba acompañada de 60 pequeños diamantes.
Detrás de esta joya hay una historia realmente conmovedora. En realidad este anillo fue el último regalo de John Kennedy a su esposa. Lo había comprado como regalo para la navidad de 1963. Pero no consiguió dárselo personalmente. El 22 de Noviembre, en Dallas, el presidente J.F.Kennedy era asesinado y tanto en Estados Unidos como el resto del mundo quedaron paralizados del estupor que produjo semejante crimen.
El joyero contactó a Jacqueline pocos días más tarde para informarle del regalo de su esposo. Jacqueline nunca se separó del anillo, y fue una de las joyas que usó con más frecuencia, a pesar que era de un valor material muy menor de las joyas que le fueron regaladas posteriormente por su segundo marido, el magnate griego Aristóteles Onassis.
La historia, insisto, es de lo más conmovedora. Nos habla del valor emocional de los objetos, muy superior al valor material. Y sé que esta historia os gustará porque todas – ¡me incluyo! – tenemos una joya, un pendiente, un brazalete, un anillo que apreciamos particularmente, del que jamás nos desprenderíamos ya que representa un recuerdo cuyo valor es tan alto que no tiene precio.