El pintor del cuadro en cuestión ha quedado anónimo y se lo identifica como “pintor de la Escuela de Fontaineblau”, es un cuadro misterioso y enigmático. Lo podéis admirar en el Museo del Louvre de París.
La pintura nos muestra a dos mujeres jóvenes y bellas, de piel muy blanca, situadas en una bañera y mostrando ambas el torso desnudo. Ambas mujeres llevan pendientes de enormes Perlas en forma de pera. Una de ellas toca el pezón de la otra. La dama de la derecha nos muestra un anillo. Al fondo vemos una tercera dama, vestida de rojo que está cociendo al lado de la chimenea. No existe historia de la pintura o enciclopedia de arte que no mencione este cuadro. Ha pasado a la historia como una de la mas remarcables pinturas de su época, al lado de los mejores trabajos del renacimiento, lamentablemente no es conocido el nombre del autor.
A primera vista es casi una imagen surrealista. ¿Qué nos ha querido decir el pintor? Pensemos que se trata de una pintura realizada en 1599… en esa época los médicos advertían que era conveniente lavarse de vez en cuando las manos, los pies lo menos posible y los cabellos ¡nunca! ¿Como es que estas dos damas se encuentran en una bañera? Pues muy probablemente se encuentran haciendo un baño de leche para embellecer la piel, pero es seguro que ni el agua ni el jabón jugaban un rol en esta escena. Al llevar ambas enormes aretes de Perlas nos está indicando que se trata de damas situadas en posiciones de privilegio.
Las Perlas en esa época eran símbolos de estatus que denotaban riqueza y sobre todo poder. La dama de la izquierda toca un pezón de la dama de la derecha para indicar que esta última está embarazada. La señora en el plano de atrás está cociendo el ajuar para el bebé y la dama, a la derecha del cuadro nos muestra un anillo.
Todo esto lo sabemos a partir del anillo que ostentosamente la dama nos expone en primer plano. Esa joya no es nada menos que el anillo que recibió Enrique IV de Navarra el día de su investidura como soberano de Francia. Se trata de un anillo con un enorme Zafiro Azul engarzado en Oro recamado, de importante peso en quilates.
Este es el anillo que el Rey de Francia regaló a su amante, que no es otra que la retratada en el cuadro, la bella Gabrielle d’Estrées. Y no fue un dono usual. Fue regalado como anillo de compromiso, ya que el Rey estaba firmemente convencido de casarse con su amante a quién veneraba, según sus palabras: “por su belleza, su actitud discreta, su dulzura y su espíritu inteligente”.
Toda Francia se oponía al matrimonio. Tanto los círculos allegados a la realeza como la gente simple del pueblo. ¡Ni hablar de la iglesia! ¿Donde se había visto que un rey esposase a su favorita? Se hablaba de la “mancha que caerá sobre Francia” si el rey comete semejante acto. Pero el rey había ya tomado una decisión y conociendo al gran Enrique IV de Francia nada lo habría hecho cambiar de opinión.
El regalo del anillo se efectuó en público, en un banquete, donde delante de sus cortesanos más importantes el rey poniéndose de pié, anunció solemnemente que tomaría en nupcias a Gabrielle y como símbolo de su amor eterno le entregaba el anillo de Zafiro Azul con el que quedaba sellada la promesa de matrimonio.
Enrique lanzó una mirada de acero a los comensales quienes habían quedado en absoluto silencio y de esta manera consiguió obtener las primeras felicitaciones forzadas de los presentes. Esto sucedió el 2 de marzo de 1599. Gabrielle se encontraba en avanzado estado de embarazo de su tercer hijo con Enrique IV y exultaba de felicidad.
Pero pocos días después, encontrándose el rey en Fontainebleau y Gabrielle en París, ella se sintió indispuesta luego de una cena en la casa del rico banquero italiano Zamet. A las 48 horas murió. Todo indicaba un envenenamiento, que en aquella época era difícil de probar.
Fue justamente a raíz del anillo que vino identificada la protagonista del cuadro como la favorita de Enrique IV, la bella e infeliz Gabrielle d’Estrées y decodificado así uno de los cuadros mas emblemáticos y conocidos de la historia de la pintura.