Fue a causa de una demolición de edificios en la zona londinense de Cheapside, en un sótano, que un grupo de obreros encontraron enterrada una caja de madera de ciertas dimensiones que no dudaron en forzar y abrir y se dieron con que estaba llena de un increíble tesoro en joyas.
Los trabajadores metieron las piezas en sus bolsillos, en sus botas, en pañuelos y en sus gorras y las llevaron a un hombre llamado Stoney Jack. Stoney Jack era conocido entre los trabajadores de demoliciones debido a que siempre rondaba en las cercanías recogiendo todo tipo de objetos hallados en las demoliciones o las reestructuraciones de edificios. Afortunadamente para las generaciones venideras, el tal Stoney Jack, no era un tipejo de baja calaña, sino que se llamaba en realidad G.F. Lawrence y era propietario de una casa de antigüedades en Wandsworth y, cosa aún más importante, era el responsable de las adquisiciones del apenas inaugurado Museo de Londres, quien fortuitamente abrió sus puertas el mismo año en que fue encontrado el tesoro de Cheapside.
Informado del hallazgo, Lord Hartcourt, uno de los fundadores del Museo, dió instrucciones a Lawrence de comprar todo lo que los obreros estuvieran dispuestos a vender. Laurence hizo un tour por todos los pubs de la zona adquiriendo – a veces por un schilling o una pinta de cerveza – pieza por pieza los 500 objetos que hoy forman el tesoro, comentando años más tarde, que esa fue la investigación mas divertida que jamás hiciera para el museo.
Desde 1912 el tesoro se mantuvo encerrado en el Museo de Londres, estudiado y custodiado celosamente. La investigación llevó a datar las joyas en la segunda mitad del siglo XVI y se tiene hoy la certeza que el tesoro fue enterrado entre los años 1640 y 1666.
Con el tiempo algunas joyas pasaron al Museo británico y otras al Museo Victoria & Albert.
En el 2013 se presentó al público por primera vez el tesoro completo. Una colección de alrededor de 500 piezas de increíble valor, no solo por su antigüedad sino también por las piedras preciosas y la cantidad de metal precioso utilizado. Uno de los elementos más emblemáticos es un reloj encajado en una sola enorme y masiva esmeralda colombiana. Cuenta con grandes y complejos anillos, una colección importante de brazaletes y collares, además de frascos de perfume, broches y tabaqueras. Las piedras preciosas van desde diamantes, esmeraldas y rubíes a turquesas, lapislázules, topacios y espinelas, por nombrar algunas. Es de destacar las diferentes proveniencias de las gemas, lo cual nos muestra el fructífero activo comercio internacional de la Inglaterra de aquellos años. Este hallazgo ha ayudado enormemente a los investigadores a conocer las técnicas de la orfebrería de la época, los materiales, los gustos, y es un insólito espejo de la moda joyera del último período Tudor.
Pero, a quién pertenecía semejante tesoro? Y porqué se hallaba escondido? Se calcula que su dueño fue un joyero, o un grupo de joyeros, ya que la zona donde fue encontrado era una zona de orfebres y comerciantes de joyas. Muy probablemente se enterró a causa de la guerra civil, ya que debieron ser llamados a servicio y querrían preservar sus propiedades para su regreso. Enterrarlo, les debe haber parecido probablemente la forma más segura de preservarlo. El incendio de 1666 destruyó los edificios, pero quedaron los cimientos y los sótanos. Es evidente que su dueño no pudo volver a recogerlo.
Imaginaos un día, encontrar en vuestro sótano, o vuestro jardín, un cajón de madera con un tesoro adentro. ¡Wow!