El renombre de la joyería italiana, de belleza sensual y extraordinaria manufactura, está fundamentalmente basado en la antigua sabiduría adquirida desde el medioevo y transferida de generación en generación hasta nuestros días, guardando celosamente sus secretos.
La joyería italiana de nuestros días ha sido profundamente revolucionada por las nuevas tecnologías, pero la genuina forma de este arte, representado en tradicionales orfebres nunca se ha separado de sus orígenes ancestrales. Un ejemplo de ello es la ciudad de Vicenza, ciudad joyera por excelencia.
En esta ciudad alrededor del 1300 se encontraban 150 miembros en la cofradía de los orfebres. En aquellos días la fama de sus artesanos joyeros había ya atravesado las fronteras para ser un referente en la materia.
En las afueras de la ciudad, se encuentra uno de los laboratorios más emblemáticos de la joyería de Vicenza. El laboratorio Roberto Coin. Escondido detrás de varias puertas y portones de seguridad, los artesanos con guardapolvos verdes pulen metales y piedras preciosas junto a máquinas y computadoras, que imprimen modelos de cera y giran hilos de metal precioso en tubos elásticos.
Aquí la producción comienza en la computadora, donde los diseñadores y creativos generan los modelos en imágenes 3-D. Se habla de unos 700 modelos diferentes al año. En el cuarto de al lado impresoras 3-D fabrican modelos en cera que luego serán ejecutados en oro o plata, y meticulosamente ensamblados con piedras preciosas. Carlo Coin, el hijo del creador de la empresa explica que el uso del 3-D en esta empresa no es como en la mayoría de las firmas joyeras hoy en día, o sea para abaratar la producción, sino que en el caso de su laboratorio es para conseguir diseños complejos que serían imposibles de realizar a mano. Como ejemplo muestra un brazalete. Tradicionalmente, estas piezas se preparan en un molde de goma, reduciéndolas a una composición en dos partes: la parte delantera y la trasera, que luego se sueldan. Con la impresión 3-D, los límites espaciales desaparecen. Pero el diseño es extremadamente complejo con sutiles mariposas entrelazadas que ha sido pulido a mano de tal manera que se han creado líneas de diferente brillo. “Nosotros combinamos alta tecnología con trabajo artesano tradicional para crear algo sumamente nuevo”.
Otro lugar donde la joyería tiene siglos de historia es la metrópolis de Milán, centro de la moda y la elegancia. En el taller de Vhernier, una compañía renombrada por sus piezas de diseños contemporáneos, se busca la perfección siguiendo otro camino. “La joya debe ser formada manualmente” explica Angela Camurati, jefa de la producción de dicha empresa. “La computadora aquí solo se usa para afinar detalles técnicos de las piezas, pero la belleza de la joya solo puede ser conseguida por la mano del artesano”. En Vhernier se opina que si la tecnología toma la delantera en la producción, las joyas pierden su magia y su poesía. En el 2014 Vhernier introdujo el primer brazalete Plissé, una pieza de metal entrecruzado que parecería haber sido hecha en una computadora, pero se nos explica que todo comenzó con un molde hecho en papel, plegado y entrelazado y luego traducido al metal en un largo proceso. ¡El brazalete fue un boom! La empresa no subestima la tecnología como ayuda. Ellos realizan a través de impresión 3-D un modelo en cera para probar su comodidad en el uso y su presencia.
Los talleres de la empresa Buccellati se encuentran en un edificio sin ostentación en las afueras de Milán, nada deja entrelucir que aquí dentro se realizan unas de las más remarcables joyas del mundo, con técnicas e instrumentos que – según Andrea Buccellati, presidente de la empresa – no han cambiado desde el Renacimiento. Su hermana María Cristina Buccellati, – directora de comunicaciones de la empresa – afirma que son ellos los únicos orfebres que continúan usando estos métodos.
Efectivamente si se visita el atelier se ve un cuarto detrás del otro, donde artesanos trabajan usando buriles para gravar el metal, almohadillas de cuero rellenas de arena para posar las piezas en las que se está trabajando, escudillas con cera para hacer moldes e impresiones, según el sistema usado por Cellini y un taladro de madera, cuerda y acero para hacer perforaciones a mano, el mismo tipo de instrumento con el que trabajaba Leonardo da Vinci. Según Signor Buccellati este taladro es mejor que una máquina ya que facilita mayor sensibilidad al artesano para percibir el proceso. En los muros cuelgan formas de yeso, con los diseños joyeros de 100 años a esta parte. Buccellati afirma que eso es mucho mejor que tener fotocopias archivadas. Cada pieza de joyería de Buccellati puede tomar entre un mes y un año de tiempo en ser realizada. Al igual que las grandes casas italianas – los Fendi, los Ferragamo, los Versace, los Pucci, los Bulgari – los Buccellati continúan llevando adelante el negocio a través de la gestión familiar. Los orígenes surgen en 1750, con el orfebre Contardo Buccellati. Pero fue a partir del 1919 cuando comenzó el verdadero negocio joyero de la familia, el cual florece hasta hoy junto a los grandes nombres joyeros de Italia.