Para quienes me seguís en este blog no es ningún secreto que yo he nacido en Argentina, de familia alemana por parte de madre y de bastante pequeña viviendo en el viejo continente. Pues como mi esposo es argentino, la relación con el país de mi padre ha sido siempre bastante regular y por eso sé que los argentinos están orgullosos no solo del crack de futbol Lionel Messi, sino de tener un Papa argentino y… una reina! Y de eso se trata hoy mi artículo, de esta reina nacida plebeya, en un país sudamericano y que ha llegado a ser reina consorte de un país europeo como lo es Holanda.
Máxima creció en una familia acomodada de Buenos Aires, frecuentó colegios de prestigio y estudió la carrera de Ciencias Económicas en la Universidad Católica de Buenos Aires. Trabajó en Nueva York y en Bruselas como agente de inversiones y en 1999 en una fiesta en Sevilla, una vieja amiga del tiempo del colegio le presentó al entonces príncipe Guillermo Alejandro, futuro rey de los Países Bajos. A mi ninguna amiga me presentó jamás un príncipe, o un conde, ¡ni siquiera un marqués…! Lo cierto es que allí comenzó la historia que termina en matrimonio y corona.
Pero mas específicamente quiero hablar de las joyas que usa, ya que ese es el tópico de interés en este blog. Ha resultado de gran atención para todos los periodistas especializados en los royals europeos ver una especie de resurgimiento de las alhajas de la casa de Orange Nassau, algunas de las cuales llevaban años guardadas, a través de Máxima. Es importante decir que no a todas las mujeres les queda bien llevar cierto tipo de joyas, que son mas bien piezas de museo que elementos para realzar la propia belleza… menos aún si la persona que las lleva no pertenece a la nobleza. Pues en el caso de Máxima todos los expertos son unánimes en su juicio: ¡las joyas de la corona holandesa lucen espléndidamente con Máxima! Y es que esta reina de franca simpatía y contagiosa sonrisa se toma el tiempo de adecuar sus peinados y su look a las joyas consiguiendo un modernismo y una liviandad poco frecuentes.
Máxima siente gran pasión por las piedras preciosas en tonos pastel. Como la parure de cuncita que cuenta con un broche formado por una gema rectangular, y un colgante de pera rodeado de Diamantes talla marquise, el cual puede ser convertido en collar, y que hace juego con una sortija de talla pera y unos pendientes largos los cuales lució en ocasión de la ceremonia de abdicación de la reina Beatriz.
También adora las Aguamarinas, los Citrinos (¡tiene un par de aretes increíbles con Citrinos!) e incluso lleva Perlas de manera espectacular. Se ha corrido la voz últimamente que las perlas “envejecen”. ¡Nada más erróneo e injusto que afirmar una cosa semejante! Y gracias a Máxima hoy podemos verificar lo contrario: en ella las Perlas lucen espléndidamente, le dan mas luz, brillo y distinción a su presencia. Para ello nada mejor que el ejemplo de tiara del siglo XVII de Diamantes formando flores de lys y siete impresionantes Perlas de pera naturales y desmontables, sobre platino. Las Perlas Grises también son favoritas, ella mezcla broches antiguos como el broche rama de Perlas Grises con una lazada de Diamantes y una gran Perla de pera. En esto la reina Máxima es imbatible, en el arte de combinar lo nuevo con lo antiguo. Hablando de su amor por los Citrinos, ella ha adquirido varias joyas con estas gemas, a veces combina un broche tradicional ovalado con tres briolettes de Citrinos y el brazalete de Citrinos de diferentes colores y Diamantes que le regalara su esposo.
Las famosas Aguamarinas de la reina Juliana han jugado hasta hoy un importante rol en el arreglo de Máxima. La reina Juliana era fanática de las Aguamarinas y consiguió una importante colección de estas gemas en colgantes, aretes, brazaletes y anillos. Una de las piezas más importantes fue la maravillosa Tiara de Aguamarinas Art Decó en parure con aretes colgantes y una espectacular gargantilla. La reina Juliana recibió este regalo en 1927 para su 18° cumpleaños pero no usó ninguna de estas joyas hasta después de la segunda guerra mundial. A Máxima se la ha visto ya en diversas ocasiones llevando este parure completo que le sienta estupendo acentuando un modernismo típico de la joyería Art Decó.
Pero lo que sin duda dejó de boca abierta a todos fue el día de la coronación de su esposo como rey de los Países Bajos y de ella como reina consorte: Máxima para la investidura, eligió la Diadema de Diamantes y Zafiros que fuera adquirida al joyero Mellerio en París en 1881 y desde entonces perteneciente a la colección de joyas de la corona de los Países Bajos. Dicha Tiara consta de 31 Zafiros de Cachemira, siendo el central más grande, de unos 44 quilates, sumando los 655 Diamantes de Sudáfrica engarzados en una Diadema de Platino. El broche y los pendientes completan el conjunto. El diseño utilizado por Máxima fue confeccionado en crêpe de seda color azul Francia que es uno de los colores del estandarte real.
Basta con ver algunas de sus fotos – ¡y las hay a montones en la red! – y veréis qué bien lleva esta monarca del siglo XXI las joyas de tradición combinándolas con la moda actual acentuando así su estilo franco y espontáneo que ha ganado el corazón de los holandeses.