La reina Isabel, su coronación
Una avalancha de comentarios y artículos de prensa causó el documental televisivo emitido por la BBC a principios de este año, dedicado a los 65 años de la coronación de la reina Isabel II en enero del 1953. El hecho es que en este documental el testimonio principal era la propia reina quien de manera inusualmente informal y con un soberano sentido de humor recordaba aquel importante momento en su vida.
Lo que no deja de llamar la atención es la desmitificación que hace la reina Isabel de esta opulenta ceremonia con un dejo a cuentos de hadas.
«Este es un gran desafío, creo yo, para cualquiera que debe hacer lo posible por actuar sin fallas en una ceremonia medieval que tiene un simbolismo y significado increíbles». Declaró.
No duda en definir algunos momentos de “terribles”, como el de estar sentada por largos minutos en la carroza dorada: «No está pensada para viajes. Su interior es todo forrada en cuero, para nada cómodo. Solo podíamos avanzar a velocidad de paso. Los caballos no podrían ir más rápido. La carroza es muy pesada».
Habla además de las dificultades que tuvo con el vestido de coronación, bordado en seda con perlas, hilo de oro y plata, y con la túnica que era tan pesada que se quedó atrapada en una gruesa pila de alfombras mientras se deslizaba por la abadía.
«No pude moverme en absoluto», declaró.
Especialmente sobre la corona, que la misma reina muestra en el documental, hace un comentario inusitado: “Era muy pesada”, aclaró.
Todo un desafío para la joven reina Isabel
Poder llevar la corona sobre su cabeza fue todo un desafío para la joven reina de solo 25 años de edad. Así que practicó antes de la coronación, llevándola mientras realizaba las tareas de un día normal, como leer el periódico o tomar té.
La versión de la corona del Estado Imperial (la corona de San Eduardo) que la reina usó al final de la ceremonia también fue llevada por su padre, Jorge VI, en su coronación en 1937 y pesa 1,28 kgs.
Posee 2.868 diamantes, 17 zafiros, 11 esmeraldas y cientos de perlas. La joya más grande es el diamante Cullinan I, y su valor es de 400 millones de Libras.
«¿Sigue siendo tan pesada?», pregunta la reina Isabel mientras alza con cuidado la corona de la mesa. “¡Sí que lo es!» observa inmediatamente. Tocando su marco de oro sólido, diseñado para emitir un halo de luz, la reina señala el defecto en el diseño de la corona: «Es imposible saber a simple vista cual es el frente de la corona». De hecho, mientras coronaba al padre de Isabel, Jorge VI, el arzobispo de Canterbury perdió el hilo que indicaba qué lado de la corona era el frente. Jorge VI escribió en su diario que no estaba seguro si le habían colocado correctamente la corona en la cabeza ese día.
«Esto es lo que hago yo cuando la uso, antes de ponerla busco el Rubí del Príncipe Negro«, anuncia la reina vertiginosamente, dándole vueltas para encontrar su gema favorita: el Rubí del Príncipe Negro (The Black Prince’s Ruby), se dice que fue usado por Enrique V en la Batalla de Agincourt.
En realidad la gema no es un rubí sino una espinela. No fue hasta 1783 que las espinelas se diferenciaron de los rubíes. La rareza de esta espinela, sin embargo, reside en que es la espinela sin cortar más grande del mundo, dado que solo se ha pulido ligeramente y nunca ha recibido un corte específico.
Mientras la reina Isabel maneja la corona, señala cuatro perlas que cuelgan debajo de los arcos, dos de las cuales se cree que pertenecieron a María, reina de Escocia, y compradas por Isabel I.
«Estaban destinados a ser los pendientes de la reina Isabel», dijo, bromeando, «Ahora no se ven muy ‘felices’. La mayoría de las perlas criaturas vivientes. Éstas llevan tiempo colgadas aquí. Verlas así es bastante triste».
Una revelación curiosa que se hizo en la entrevista, también para la soberana que no conocía la anécdota, fue que durante la Segunda Guerra Mundial, en caso de que los Nazis invadieran Inglaterra, el rey Jorge VI, padre de la reina recurrió a un lugar inusual para ocultar las joyas de la Corona Británica: una caja de galletas de la marca Fortt’s Original Bath Oliver Biscuits.
Las piedras preciosas, entre ellas el rubí del Príncipe Negro que estaban en el palacio de Buckingham, se pusieron en la lata y así se transportaron al castillo de Windsor.
La reina Isabel y su postura
Ella nota que la corona obliga a uno a adoptar una cierta postura cuando da un discurso. «No se puede mirar hacia abajo para leer el discurso», dijo,» porque si lo hiciera, me rompería el cuello; y la corona se caería «, continuó sonriendo. «Cargar con la corona tiene algunas desventajas, sin embargo, hay que reconocer que es una cosa muy importante. « Agregó.
«Es verdad que se trata de una especie de desfile de los tiempos de los caballeros, una manera anticuada de hacer las cosas. Pero, he visto una coronación y he sido la beneficiaria en la otra, y eso es bastante notable « finalizó la reina.